La dignidad humana hace referencia al valor intrínseco de todo ser humano, independientemente de su raza, condición social o económica, edad, sexo, ideas políticas o religiosas. La dignidad no solo es un derecho, es la base de todos los derechos.
Un gran número de Constituciones nacionales, sobre todo las adoptadas en la segunda mitad del siglo XX, hacen referencia explícita al respeto de la dignidad humana como fundamento último de los derechos enumerados y como la finalidad esencial del Estado de Derecho.
La dignidad es el bien más preciado y que todas las personas son dignas desde el momento que nacen, pero además también son libres.
Ser persona le otorga una dignidad y cualquier acto que denigre, ofenda, maltrate, humille, exponga, restringa la libertad y la autonomía, esta alterando la dignidad y el desarrollo integral de ese ser humano.
La dignidad humana está a la base de cualquier ley o forma social, de cualquier costumbre o modo de vivir y de actuar en la sociedad. Siempre hay que respetar y defender la vida, la integridad física y psicológica, y los demás derechos, de todos los hombres y mujeres del planeta, precisamente porque son dignos, porque lo merecen.
Desde esa común dignidad humana es claro que el respeto se extiende a todas las posibles formas de vivir como hombres o como mujeres.
Hay modos diversos de ser que no ocultan ni eliminan la dignidad y el valor común a todas las mujeres (lo mismo podemos decir de los hombres). Modos que muestran que la dignidad no es una propiedad del ser mujer en cuanto mujer (o en cuanto ejecutiva, o en cuanto trabajadora, o en cuanto ama de casa). La dignidad pertenece a cada mujer y hombre simplemente por ser miembro de la especie humana, se encuentre donde se encuentre, haga lo que haga, viva de una manera o de otra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario